jueves, 21 de mayo de 2015

«El amor adolescente en la era del WhatsApp es excesivamente frágil»

La nueva realidad digital ha rediseñado por completo el escenario del amor en pareja, afectando de una forma más drástica si cabe a las relaciones entre adolescentes, y haciéndolas «excesivamente frágiles», según la pedagoga Nora Rodríguez. «El control permanente que permiten el WhatsApp, Twitter, o Instagram hace que los nativos digitales controlen a la pareja de una forma absoluta y donde se la somete a un ahogo total... Saben a qué hora se ha acostado, qué ha comido... esto ha provocado un completo y peligroso rediseño del concepto amor en todas las edades, pero más delicado en los jóvenes si cabe porque se trata de sus primeras relaciones. Digamos que los"nativos digitales"desarrollan su aprendizaje amoroso a través de las pantallas y esto lo cambia todo. Son unas primeras experiencias que, demasiado a menudo, se tiñen de dolor, transformando la fragilidad natural de la adolescencia en una vulnerabilidad extrema», expone Rodríguez, autora de «El nuevo ideal del amor en adolescentes digitales». Para esta experta, esta nueva situación hace que sea hora de afrontar uno de los desafíos urgentes de la sociedad del siglo XXI: «empezar a educar en el amor positivo a las nuevas generaciones». «Es tarea de los adultos enseñarles a ser felices en las primeras experiencias de pareja», añade.

—¿En que consiste este nuevo panorama del amor adolescente?

—Desde los numerosos espacios a los que tienen acceso, tanto a los chicos como a las chicas les llegan formas normalizadas de comportamiento basadas en un ejercicio de poder permanente, una vez iniciada la relación. Las visibilidad que otorgan las redes sociales les permite ejercer un poder psicológico, haciendo sufrir a la pareja mediante actitudes de indiferencia, abandono, u otras formas de violencia sutiles que generan dependencia emocional. Lo terrible es que demasiadas veces estos actos son entendidos por las chicas como pruebas que deben superar, porque «la que más sufre siempre es la que más ama», y por lo tanto, más mujer. Pero afecta también a los hombres, porque del mismo modo hay muchos varones adolescentes que piensan que es un acto de hombría vengarse de sus ex parejas si han sido abandonados injustamente, poniendo de relieve que el sufrimiento no es para los varones, porque no es cosa de verdaderos hombres quedarse de brazos cruzados.

Es importante señalar también que hay un nuevo perfil de chico controlador y maltratador, que no es el chico torpe, con mala cara... pueden ser chicos muy educados, incluso que mantienen un discurso de liberación de la mujer. Es el típico perfil de adolescentes que se criaron solos, porque ambos padres trabajaban, y no tenían a un adulto empático que funcionara como modelo. Es verdad que hoy ya sabemos que no es necesario estar con ellos las 24 horas, pero el tiempo que lo hacemos debe ser de exclusividad, y con proyectos conjuntos, que a estos menores les ofrezca una sensación de continuidad. Hay que hablar con ellos del amor, de la afectividad, de todo.

—¿Qué más efectos tiene esta nueva construcción social del amor en los más jóvenes?

—Algunos estudios, realmente interesantes en este sentido, demuestran que esta nueva realidad no sólo adhiere al amor aspectos como el sufrimiento o la indiferencia, sino que está llevando cada vez más a un papel pasivo a las chicas. Ellas, una vez que formalizan la pareja, en especial en la franja de la segunda adolescencia (entre los 15 y los 17 años), sufren más que los chicos durante el proceso de enamoramiento, y a medida que la relación avanza, no sólo tienen más comportamientos dependientes sino de menor autoestima, con actitudes cada vez más pasivas, con conductas infantiles... esto se puede ver muy fácilmente en los tonos que usan con sus parejas, mucho más agudos y con diminutivos después de un tiempo de relación.

—¿Cuáles son los referentes de esta generación?

—El marketing... Entre los adolescentes, la mercadotecnia que rodea al propio marketing de amor tiene mucho que ver. En esta realidad paralela, se insiste mucho en que el amor todo lo puede, o que los polos opuestos se atraen, y que no hay maltrato cuando se trata de un amor verdadero, por más que se sufra, porque el amor lo aguanta todo. Se incide en que el amor está predestinado, o porque guste o no. A la vez, el marketing también les dice que sólo hay un amor auténtico en la vida. Son ideas que calan hondo entre muchos menores de edad que están dando sus primeros pasos en la vida.

—¿Qué podemos hacer los adultos?

—Los padres, la sociedad, la escuela, los ayuntamientos... deben realizar programas que sirvan para enseñarles a los chicos cómo llevar a cabo autogestión de las emociones, a conocerse y reconocerse, a regularse emocionalmente... En definitiva, hay que hacer una educación urgente de la afectividad. Todos juntos debemos, insisto, enseñarles a ser felices en las primeras experiencias de pareja, cambiando el enfoque resignado del amor romántico por un enfoque reflexivo, que les permita aprender a discernir las situaciones opresivas y de discriminación de aquellas otras que son verdaderamente positivas, enseñándoles a identificar oportunidades para la acción, pero también para la construcción de un nuevo paradigma que les permita vivir una experiencia de amor que también sea inteligente.

—¿Cuándo podemos empezar?

—En la primera infancia. Toda esta nueva realidad nos obliga a poner el acento en una educación inteligente y reflexiva desde que son pequeñitos, destinada a que aprendan a aceptar su cuerpo, y a aceptarse a sí mismos. Lo que es inaceptable es que las niñas de hoy estén hipersexualizadas, y maltraten su cuerpo desde los 10 años. Hay muchas que a esa edad ya están en contra de su figura, lo que a medida que se acerca la adolescencia comienza a ser más y más grave. Empiezan a mirarse de una forma crítica, se comparan, dicen "no me gusta este cuerpo", se pierden el respeto y de ahí, pasan a dejar de comer. Ojo que a los chicos también les pasa, aunque de otra forma. Ellos de pronto piensan que su aspecto debe mostrar su fortaleza, y desean un cuerpo excesivamente musculado a los 14 años. No se trabaja la masculinidad desde una figura paterna como modelo, sino desde el rediseño corporal, y dese el desprecio o la aniquilación del propio cuerpo. Por eso también es importante que estén más en contacto con sus propias emociones. Porque si nadie les ayuda a encontrar opciones más sanas, ellos demarcarán sus propios límites a partir de los únicos roles que conocen. Y de jóvenes darán a los celos obsesivos un valor positivo, considerándolos como una señal inequívoca con la cual se diferencia el noviazgo y el compromiso de lo que no lo es.

—¿Que reflexiones le gustaría trasladar a los jóvenes en este sentido?

—Que la calidad del amor no depende del tiempo que pasen juntos, y que no es algo que determine el destino. Que ningún amor de pareja exige sacrificar los estudios, las ganas de vivir, o los amigos. Al contrario: El amor sano es aquel que te permite disponer del propio tiempo y de hacer cosas sin sentirse culpable y que nadie te culpe. El amor reflexivo permite que sea una experiencia afectiva buena, que te sientas bien mientras que el irreflexivo, por contra, tiene muchas probabilidades de que se convierta en una mala experiencia. La clave pasa porque aprendan a ser fieles a sí mismos, no a otros. El primer amor puede ser maravilloso o devastador.

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